Rescato
de la reflexión anterior la herencia de Lovecraft en cuanto a "desarrollar el ojo para ver los
horrores del cercano cotidiano, y a la vez, para reconocer la belleza
que estos encierran". Eso en gran medida fue la búsqueda que con los
compañeros perseguimos en esta realización. Imágenes que
interpelaran sutilmente miedos compartidos, no solo desde la
individualidad de lo que se muestre en cada imagen en particular, sino también en el dialogo de las mismas. A eso sumado el hecho de ponerlas
en una estructura que invita al misterio, con el planteo de secretos
y dudas a los que no damos una respuesta concreta, ya que con la intención de disipar el misterio que estas construyen, o a veces sin quererlo, se dan respuestas que
pudieran ser puñales a las reflexiones a las que el espectador
pudiera llegar.
Tras
haber transitado y procesado a Lovecraft en las distintas instancias
anteriores, fuimos no solo desarrollado una idea gral del autor, sus
búsquedas, sus preocupaciones e, incluso, sus propios miedos, sino
que podríamos decir que lo fuimos asimilando. No intentamos “hablar
Lovecraft”, ni hacer una interpretación propia y ajena a el de las
temáticas por el tratadas en sus relatos; sino que en la
investigación y el consumir su obra, fuimos simpatizando con este
personaje, entendiéndolo y volviendo a reflexionar sobre estos temas
que a el importaron, coincidiendo, difiriendo, no importa, a lo que
voy es que tras pasar este cruce con este escritor, hoy día ya es
parte nuestro. Lo cual, convengamos, no es nada nuevo, porque cada
libro, película, pintura, fotografía con que nos cruzamos en el
camino, cada persona, se vuelven parte de ese camino. Tribulaciones
que pudieran afectar nuestro andar de variadas e infinitas
formas.
Esto no es una transposición. Somos nosotros tras transitar Lovecraft.
Muerte y locura podrían resumir bastante de su obra, pero ambos términos entran dentro de una categoría mayor: miedos. Ahí es donde este autor opera, en los miedos, suyos y los compartidos con el colectivo social. Miedo a la muerte, miedo a la locura, entendida no en términos clínicos, claro, sino como la perdida de uno en uno mismo, el no reconocerse más tras haber visto detrás de la máscara; básicamente miedo a lo desconocido tras haber reconocido y pasado los limites de lo conocido. Límites que muchos desde la comodidad se permiten creerse, limitándose a una vida de sombras entre sombras, pero que en cierto punto son tan necesarios, ya que se trata de la base misma del entendimiento. Mucho nos falta para tras vivir como trogloditas podamos salir sin más a la superficie y mirar directo al sol, sin quedar más que ciegos. Pero son las artes las que preparan estos terrenos a los que alguna vez nos será dado avanzar.
De miedos son las cascaras que envuelven todo lo conocido, y tras estas opera el misterio, esencia primigenia de los miedos todos, zona árida para las ciencias del hombre, pero terreno fértil para las artes.
Esto no es una transposición. Somos nosotros tras transitar Lovecraft.
Muerte y locura podrían resumir bastante de su obra, pero ambos términos entran dentro de una categoría mayor: miedos. Ahí es donde este autor opera, en los miedos, suyos y los compartidos con el colectivo social. Miedo a la muerte, miedo a la locura, entendida no en términos clínicos, claro, sino como la perdida de uno en uno mismo, el no reconocerse más tras haber visto detrás de la máscara; básicamente miedo a lo desconocido tras haber reconocido y pasado los limites de lo conocido. Límites que muchos desde la comodidad se permiten creerse, limitándose a una vida de sombras entre sombras, pero que en cierto punto son tan necesarios, ya que se trata de la base misma del entendimiento. Mucho nos falta para tras vivir como trogloditas podamos salir sin más a la superficie y mirar directo al sol, sin quedar más que ciegos. Pero son las artes las que preparan estos terrenos a los que alguna vez nos será dado avanzar.
De miedos son las cascaras que envuelven todo lo conocido, y tras estas opera el misterio, esencia primigenia de los miedos todos, zona árida para las ciencias del hombre, pero terreno fértil para las artes.